21 noviembre, 2024

“La Asamblea Diocesana”: Carta de Monseñor Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas, para el domingo 12º durante el año

El texto del Evangelio del domingo (Mc 4,35-41), nos sigue presentando el Ministerio Público del Señor en Galilea. Nos muestra a Jesucristo en una barca, la tempestad, el miedo y la falta de fe a pesar de que el Señor estaba con ellos. Y Él les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?» (Mc 4,40). El Evangelio nos puede ayudar a reflexionar sobre la necesidad que tiene nuestro tiempo de cristianos que sean testigos creíbles, alegres, sobre todo que practiquen la dimensión profética, fruto de la vocación bautismal.
En realidad, todos estamos llamados a ser profetas desde el bautismo. En la unción post-bautismal se dice: «Él te unge ahora con el crisma de la salvación para que permaneciendo unido a Cristo sacerdote, profeta y rey, vivas eternamente». Sabemos que no es fácil para los cristianos ejercitar esta dimensión profética en el mundo que nos toca vivir. Seguramente los cristianos de cada época de la historia se habrán sentido como nosotros. Por eso tanto en el pasado, como en nuestro tiempo la dimensión profética nos exige poner en práctica la Palabra de Dios. Dar testimonio de nuestra fe en lo que nos toca a cada uno, construyendo nuestra vida familiar y social sobre la verdad.
Lamentablemente el contexto de nuestro tiempo descarta el valor de la verdad y por eso nuestra gente en general está desengañada y experimenta una crisis de credibilidad. Lo cierto es que abunda el consumismo, todo se oferta y se demanda, incluso las personas que pasan a ser meros objetos de consumo. Esta inconsistencia y falta de valoración de la verdad se puede dar en la publicidad para colocar un producto, pero también en una campaña política o hasta en proselitismos religiosos.
Debemos reconocer que nosotros mismos podemos caer en consumir programas de televisión o de radio, sin ningún sentido crítico, aun cuando lo que se nos ofrece es mero sensacionalismo, rating sin ética, o cualquier tipo de propuestas donde corremos el riesgo de no ejercitar nuestra condición de personas, el don y el ejercicio de la libertad y de practicar lo que creemos. La dimensión profética hoy está ligada a la autenticidad, a la búsqueda de la verdad y a hacer experiencia profunda de la fraternidad.
Es importante recuperar esta vocación profética que nos permitirá sobreponernos a las graves dificultades que atravesamos. En este sentido, el pasado 20 de junio nos reunimos en el Instituto Montoya para realizar nuestra Asamblea Diocesana. Este acontecimiento sinodal reunió a sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos consagrados, catequistas, agentes de pastoral, miembros de distintos movimientos eclesiales, educadores, y estudiantes que reflexionamos bajo el lema «Hacia una Iglesia pobre, para los pobres». Iniciamos la jornada invocando juntos al Espíritu Santo en la celebración de la Eucaristía. Luego de una reflexión y de la iluminación desde el evangelio y el magisterio de la Iglesia, comenzó el trabajo en grupos con la finalidad de concretar caminos para que nuestra Iglesia diocesana profundice su compromiso de servicio y cercanía con los sufrientes, renovando la opción preferencial por los pobres. Reafirmamos el deseo de ser una Iglesia «samaritana» y nos consagramos a María, Madre de nuestro pueblo. Al final se dio lectura de una proclama a modo de síntesis de todo lo reflexionado.
Que el Señor nos ayude a fortalecernos en la esperanza y a vivir más proféticamente, teniendo en cuenta que muchos hombres y mujeres antes y ahora son testigos alegres, testigos del Evangelio.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas

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