En el texto del Evangelio de este domingo (Mt 10, 26-33), el Señor instruye a los discípulos y les pide que no teman ante las dificultades que puedan encontrar en el ejercicio de su misión: «No teman […]. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.
Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.» (Mt 10,32-33). La exigencia profética de toda misión también es señalada en el texto del profeta Jeremías compuesta del anuncio de la verdad, del sufrimiento y de la confianza en Dios (cfr. Jer 20,10-13).
En realidad, todos estamos llamados a ser profetas desde el bautismo. En la unción post-bautismal se dice: «Él te unge ahora con el crisma de la salvación para que permaneciendo unido a Cristo sacerdote, profeta y rey, vivas eternamente». Sabemos que no es fácil para los cristianos ejercitar esta dimensión profética en el mundo que nos toca vivir. Seguramente los cristianos de cada época de la historia se habrán sentido como nosotros. Por eso tanto en el pasado, como en nuestro tiempo la dimensión profética nos exige poner en práctica la Palabra de Dios. Dar testimonio de nuestra fe. En lo que nos toca a cada uno, construyendo nuestra vida familiar y social sobre la verdad.
Lamentablemente el contexto de nuestro tiempo descarta el valor de la verdad y por eso nuestra gente en general está desengañada y tiene una gran falta de credibilidad. Lo cierto es que abunda el consumismo, todo se oferta y se demanda. Lo grave es considerar que se pueda mentir o engañar con tal que se logre el objetivo de vender. Esto significa considerar a las personas como objetos de consumo y no como personas. Esta inconsistencia y falta de valoración de la verdad se puede dar en la publicidad para colocar un producto, pero también en una campaña política o hasta en proselitismos religiosos.
Debemos reconocer que nosotros mismos podemos caer en consumir programas de televisión o de radio, sin ningún sentido crítico, aun cuando lo que se nos ofrece es mero sensacionalismo, rating sin ética, o cualquier tipo de propuestas donde corremos el riesgo de no ejercitar nuestra condición de personas, el don y el ejercicio de la libertad y de practicar lo que creemos. La dimensión profética hoy está ligada a la autenticidad y a la búsqueda de la verdad. También en trabajar por el maravilloso don de la dignidad humana y la búsqueda de coherencia entre lo que decimos y hacemos.
La Conferencia Episcopal Argentina nos invita este fin de semana a rezar en comunión pidiendo por la Paz y la Justicia para nuestra querida Patria. A través del mensaje de la Comisión Ejecutiva expresamos que «en estos días, los argentinos volvemos a enfrentarnos bajo el signo de la violencia. Frente a estos hechos que nos acongojan, como pastores y como argentinos, hacemos nuestras las palabras de nuestro hermano obispo de Jujuy: “Hay que construir puentes a recorrer para encontrarnos y no dinamitarlos…
Todo se puede lograr con el diálogo y todo se pierde cuando la palabra cede el paso a la violencia. Es fatigoso el camino del diálogo, pero hay que transitarlo y escucharnos pacientemente haciendo lugar a las distintas voces de los actores de nuestra vida social”. Necesitamos todos pacificar nuestros corazones frente a tantos hechos que nos conmueven y duelen».
La paz y la justicia son dones de Dios que implican un trabajo profético y artesanal de todos los ciudadanos. Los cristianos, como bautizados, tenemos una gran responsabilidad para hacer frente a estas realidades que nos duelen. «La Iglesia, siguiendo los principios evangélicos, siempre estará a favor de la paz, y la justicia, de la cultura del encuentro entre los ciudadanos y entre los Pueblos». En la base de las respuestas, programas de acción, planificación pastoral, necesariamente está aquello que la Palabra de Dios nos señala este domingo; la necesidad de no tener miedo, de vivir buscando la conversión a Jesucristo y de reconocerlo abiertamente ante los hombres. En definitiva, vivir más proféticamente, promoviendo la verdad, la Paz y la Justicia.
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas